Este blog es un espacio destinado para compartir e intercambiar, con nuestros alumnos, conocimiento e información relacionada a nuestra asignatura: las Ciencias Sociales.
Recuerde que los prácticos no son obligatorios pero es deseable que asista y participe de las actividades programadas. Las mismas son una extensión de lo dictado en las clases teóricas.

martes, 5 de noviembre de 2013

Recuperatorio

Estimad@s Alumn@s el parcial recuperatorio es el día 6 de noviembre de 17 a 19hs, en el Aula I (apellidos de la A a la L) y en el Aula R (de la M a la Z).
Este recuperatorio comprende todo lo visto en las clases teóricas y prácticas correspondiente a las Unidades 1 y 2.

jueves, 5 de septiembre de 2013

1er. parcial

Estimad@s Alumn@s el primer parcial es el día 11 de septiembre de 17 a 19hs, en el Aula I (apellidos de la A a la L) y en el Aula R (de la M a la Z).
Este primer parcial comprende todo lo visto en las clases teóricas y prácticas correspondiente a la Unidad 1.

lunes, 26 de agosto de 2013

Lecturas para el Práctico N° 3

Fuente: Página 12 Economía  |  Lunes, 15 de febrero de 2010
TEMAS DE DEBATE: LA INFLUENCIA DE DOS CLASICOS DEL PENSAMIENTO ECONOMICO NACIONAL

El legado de los referentes

Raúl Prebisch y Marcelo Diamand son dos economistas que en algún momento de su vida se atrevieron a nadar contra la corriente y ayudaron a plasmar modelos alternativos al mandato liberal. La vigencia de sus ideas.
Por Andrés Asiain *

El mejor Prebisch

     Raúl Prebisch fue, sin duda, una figura muy contradictoria, pendular. Pese a su origen socialista, participará en dos hitos de la entrega del patrimonio nacional durante la Década Infame: el pacto Roca-Runciman y la creación del Banco Central, del que será su primer gerente general. Ya en la Comisión Económica para América Latina (Cepal) elogiará las políticas industrializadoras que llevaban adelante muchos gobiernos de Latinoamérica, entre ellos el de Juan Domingo Perón en Argentina. Sin embargo, tras el golpe de Pedro Eugenio Aramburu regresará al país para elaborar un plan liberal a la medida del nuevo régimen. Luego volverá a la Cepal, donde profundizará en un pensamiento económico latinoamericano, el estructuralismo, que dará respuestas originales a los problemas del desarrollo en la región. En los años de la última dictadura militar criticará el programa monetarista de José Alfredo Martínez de Hoz. Sin embargo, años después y poco antes de fallecer, se manifestará por el pago de la deuda externa. De tantos Prebisch, uno es el que ha perdurado y, por suerte, lo ha hecho el padre del estructuralismo, el hombre de la Cepal. Seguramente el mejor de ellos y, sin duda, el más necesario, hoy, para nuestro país y toda Latinoamérica.
     Muchos han sido los aportes teóricos y prácticos de Prebisch desde la Cepal. Por ejemplo, el dar una justificación teórica firme a las políticas de industrialización por sustitución de importaciones llevadas adelante por muchos gobiernos de la región. Estas eran vistas por los economistas del centro y sus seguidores locales como aberraciones prácticas que violaban uno a uno los mandamientos de sus creencias económicas. Prebisch se encargará de desmentirlos. Mostrará que cuando el libre comercio impone el desempleo y el subempleo de los trabajadores y la mala explotación de los recursos naturales en un país; la utilización de aranceles para el desarrollo de industrias que no pueden competir sin ellos es eficiente en términos estrictamente económicos. Los aranceles al permitir el crecimiento industrial y el mejor empleo de los recursos humanos y naturales, fomentan un mayor incremento de la riqueza de la sociedad y no pueden ser tildados de ineficientes. Vale mencionar la vigencia del argumento frente a quienes reniegan del actual esquema cambiario-impositivo y sueñan con un ineficiente país de tan sólo soja y finanzas.
     Otro de sus aportes es el de destacar la relevancia que tiene la disponibilidad de divisas para el desarrollo económico. Así, la caída de los términos de intercambio –esto es, la baja del precio de los productos que exportamos en relación con los que importamos– nos condenaba a un lento crecimiento con el consiguiente incremento del desempleo y la pobreza. La importancia práctica del asunto se ha hecho evidente en los últimos años. El alza del precio de los productos primarios aflojó la soga al cuello de la dependencia permitiendo al Africa subsahariana crecer al 5,6 por ciento y a América latina al 6 por ciento, promedio anual entre 2003 y 2007.
     La desigual distribución internacional de los frutos del progreso técnico; la relación entre la estructura social latinoamericana y el subdesarrollo; la exportación de las crisis del centro hacia la periferia; las causas no monetarias de la inflación; la relevancia del mercado regional para el desarrollo de economías de escala industriales; son algunos de los aportes del economista de la Cepal que siguen apuntando al corazón de los problemas económicos de nuestro país y gran parte del tercer mundo.
Sin embargo, ninguno de ellos es su mayor aporte al pensamiento económico. La mayor contribución de            Raúl Prebisch es haber señalado la necesidad de pensar sin las anteojeras teóricas del centro, los problemas de la periferia. Así señalaba como uno de los principales inconvenientes “el número exiguo de economistas capaces de penetrar con criterio original en los fenómenos económicos latinoamericanos”. Y eso no se solucionaba mandándolos a recibir una educación metódica en Europa o los Estados Unidos pues “una de las fallas más conspicuas de que adolece la teoría económica general contemplada desde la periferia es su falso sentido de universalidad”.
* Cátedra Nacional de Economía Arturo Jauretche.
Por Demian Tupac Panigo *

Recordar a Diamand
     A dos años y medio del fallecimiento de uno de los hombres más influyentes en materia de política económica en nuestro país, no es mi intención repetir aquí algún tipo de obituario que resalte vida y obra del ingeniero Marcelo Diamand. ¿Para qué resaltar su ausencia material, cuando resulta más importante explicar su vigencia absoluta tanto en la política económica, cuanto en la academia e, incluso, en la generación de nuevas instituciones? ¿Por qué repasar su vida con cierta nostalgia si sus recomendaciones constituyen el pilar central del proceso de crecimiento con inclusión social más exitoso de los últimos 50 años? ¿Por qué hablar en pasado de sus escritos cuando buena parte de ellos no solamente son de lectura obligatoria en algunas de la universidades más importantes del país, sino que también constituyen la piedra fundacional de nuevas y prestigiosas instituciones como AEDA? No necesitamos obituarios, sino recordar permanentemente en qué consiste su legado respecto del problema de la estructura productiva desequilibrada de nuestro país, y cuál es el camino hacia la solución.
     Argentina tiene una bendición: sus tierras, las más productivas del mundo. Pero el hecho de que estén en unas pocas manos genera ciertos inconvenientes, especialmente cuando el país no cuenta con una industria igualmente competitiva (debido a que para este sector, los privilegios de la naturaleza no tienen efecto alguno sobre la productividad).
     ¿Cuál es el problema? Los productos agrícolas son los que tienen más peso en la canasta de consumo de los trabajadores (alimentos), pero generan muchos menos puestos de trabajo que las manufacturas no tradicionales.
     Para llegar al pleno empleo, no hay otro camino que la industrialización. Para que la industria se desarrolle tiene que poder competir con los productos internacionales, lo que requiere (entre otras cosas, por supuesto) el sostenimiento de un dólar caro (tipo de cambio real competitivo). Si mantenemos un dólar barato (como en los ’90) la industria desaparece y la tasa de desempleo llega al 30 por ciento, porque en vez de producirse en el país, todos los productos industriales se terminarán importando.
     Pero sin intervención adicional del sector público, un dólar caro es lo mismo que un salario barato. Al aumentar el precio del dólar aumenta el precio de los bienes transables, especialmente el de los alimentos, reduciendo así el poder adquisitivo de los trabajadores. Es por ello que desde 2003 en adelante el tipo de cambio real competitivo es complementado con un esquema de retenciones, compensaciones y acuerdos de precios que establece, de facto, un sistema de tipos de cambios múltiples que permite incrementar notablemente tanto el empleo como los salarios reales.
     Este esquema de tipos de cambio múltiples establece un tipo de cambio efectivo más elevado para los sectores que generan más empleo y cuyos productos participan con menor intensidad en la canasta básica de consumo de los trabajadores (porque en estos casos el aumento de precios que se genera con el tipo de cambio más elevado contribuye a generar empleo en el sector sin que ello perjudique sensiblemente el poder adquisitivo de los trabajadores: por ejemplo autos, textiles, electrodomésticos, computadoras, aires acondicionados, etc.) y un tipo de cambio efectivo más bajo para sectores que generan pocos puestos de trabajo pero que producen bienes o servicios de elevada participación en la canasta básica de consumo de los trabajadores (alimentos, combustibles, energía, etc.).
     De lo anterior se desprende una conclusión a recordar al momento de ejercer nuestros derechos cívicos: si usted es dueño o empleado de un banco o tiene acciones de las empresas de servicios públicos privatizados, quizá le convenga un dólar barato como en los ’90; si tiene campos, inversiones en pools de soja, acciones en YPF o en empresas industriales que venden la mayor parte de su producción al exterior, es posible que le convenga un dólar caro, sin retenciones compensaciones ni acuerdos de precios (al menos hasta tanto el Gobierno pueda reprimir los reclamos salariales); pero si usted es un obrero, un empleado público, un comerciante, un empresario del sector servicios no financieros, el dueño de una empresa constructora o un pequeño empresario industrial, no se deje engañar, su bienestar depende de su defensa al dólar caro con retenciones, compensaciones y acuerdos de precios, porque con las otras alternativas, venderá poco, estará desocupado o tendrá salarios miserables.
* Doctor en Economía (Ehess), investigador del Conicet y del Cepremap (París), profesor de la UBA y UNLP. Miembro del Profope.
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Lecturas para el Practico N° 3

Fuente: Página 12 - Economía  |  Lunes, 6 de junio de 2011
Opinión

                                      Smith, Keynes y las paradojas de la ciencia económica

Por Mario Rapoport y Ricardo Lazzari *
Ayer fue el aniversario del nacimiento de dos de los pensadores más influyentes en la historia de la ciencia económica, Adam Smith y John Maynard Keynes. Muchos han hablado y escrito sobre ellos, pero pocos han realizado una comparación de sus vidas y de sus obras, y ésta es la ocasión para hacerlo en momentos en que el capitalismo, el sistema que uno propulsó y el otro intentó salvar, se debate en una profunda crisis. Nuestro objetivo es exponer a grandes rasgos algunas de sus coincidencias y diferencias, lo que nos permitirá comprender, también, los límites del sistema económico en el que vivimos.
      1 Toda teoría económica debe ser enmarcada en su época y las ideas de ambos tuvieron que ver con la problemática que le correspondió vivir a cada uno. Las razones del éxito que los acompañó están vinculadas con sus aciertos en descifrar y entender las tendencias y fenómenos históricos predominantes. En el caso de Adam Smith, la emergencia de un modelo capitalista de desarrollo en la Europa del siglo XVIII, marcado por la Revolución Industrial en lo económico y por cambios políticos que destruyeron o restringieron los privilegios de las monarquías absolutas. En el de Keynes, la época de declinación y primera gran crisis del capitalismo, que no comenzó, como lo señala él mismo en sus Ensayos de Persuasión (1931), con la caída de la Bolsa de Wall Street en 1929, sino antes, en la primera posguerra, a través de síntomas que advirtió tempranamente, como el fin del patrón oro y los desequilibrios crecientes del sistema económico internacional. Una evolución histórica que coincide con su etapa de formación y desarrollo como economista.
     2 Ni el uno ni el otro fueron meramente economistas. Entendieron la ciencia económica como formando parte de saberes más amplios que permitían una comprensión de las sociedades de su tiempo y de la naturaleza de los individuos que las constituían. Adam Smith inició su carrera universitaria como titular de la cátedra de Lógica y Filosofía Moral en la Universidad de Glasgow, donde elaboró, progresivamente, sus teorías sobre el derecho, la moral y el Estado que se plasmaron en su obra Teoría de los sentimientos morales (1759) y en sus Lecturas sobre jurisprudencia. Su teoría económica se deriva de sus concepciones éticas donde el egoísmo domina la esfera económica mientras que el altruismo funda las bases de la vida social. En este sentido, no puede comprenderse su obra principal La riqueza de las naciones (1776) sino en relación con un corpus ideológico y filosófico en el cual se enmarcan sus aportes a la economía política. Keynes tenía también una formación filosófica y una visión amplia de la realidad de su época. No era adicto a los modelos econométricos que sólo podían aprehender aspectos limitados de la realidad y, aunque profesor en Cambridge y funcionario en distintos momentos de su vida, se caracterizaba a sí mismo, irónica o modestamente, como un “publicista”, un autor que escribe para el público en forma periódica con el objeto de difundir sus ideas. En todo caso, para Keynes, todo economista debía poseer una rara combinación de cualidades: ser a la vez matemático, historiador, hombre político y filósofo. Estudiar el presente a la luz del pasado y con perspectiva de futuro, sin dejar de lado ninguna de las instituciones creadas por el hombre.
      3 Ambos concebían al capitalismo como un sistema. No obstante, para Smith era el estadio más elevado en la evolución económica. Keynes, en cambio, consideraba ese sistema como una fase en el desarrollo histórico de la humanidad, aunque por el momento la más conveniente. Adam Smith vio a la economía como un todo orgánico, natural, que a través del mercado tiende a un equilibrio. El hombre, al perseguir su propio interés individual buscando el máximo beneficio, trabaja necesariamente para hacer que el ingreso anual de una sociedad sea el máximo posible. Es llevado a ello por “una mano invisible” que “lo conduce a promover un fin que no estaba en sus intenciones”. En cambio Keynes dice, criticando al laissez faire, que “no es verdad que los individuos poseen, a título prescriptivo, una libertad natural en ejercicio de sus actividades económicas”. No existe –según él– ningún pacto que pueda conferir derechos perpetuos a los poseedores de bienes. A su vez, no es correcto deducir de los principios de la economía política que el mundo estaba gobernado por la Providencia, y que el interés personal obra siempre en favor del interés general.
      4 Sus teorías intentaban modificar determinadas condiciones económicas y políticas. En La riqueza de las naciones se destaca la preocupación de Smith acerca de las políticas mercantilistas que afianzaban los monopolios coloniales. El libre cambio era una condición necesaria para el florecimiento de la competencia, los bajos precios y la expansión de los mercados. En consecuencia, la división del trabajo, principal motor del incremento de las fuerzas productivas, no encontraría trabas para su completa generalización y derivaría en una mayor riqueza de las naciones. Algunos de sus seguidores dedujeron de ello que las crisis serían imposibles dentro del sistema en la medida en que el poder de compra del mercado dependiera de la ampliación de la producción y de los ingresos que ésta generara. Por el contrario, Keynes demostró en su Teoría General (1936), y los años ’20 y ’30 le darían la razón, que al aumentar los ingresos puede no producirse un crecimiento similar del consumo, y aquella parte que se ahorra no necesariamente volcarse hacia la actividad productiva, directamente o a través del financiamiento. Esa insuficiencia en los niveles de consumo e inversión, que no cubren la oferta existente, trae graves consecuencias sobre el producto y el empleo y origina las crisis. De ese modo, como dice Joan Robinson, el economista inglés retoma el problema moral que la teoría del libre mercado había aparentemente abolido: su incapacidad para generar ocupación plena y la necesidad de que existan formas de regulación del sistema económico. Ante tal diagnóstico le competía al Estado lograr el pleno empleo: incrementando el gasto, reformando el sistema fiscal, mejorando la distribución del ingreso y regulando el comercio exterior.
      5 Adam Smith no representa, sin embargo, completamente, la teoría ortodoxa actual que se impuso en los años del neoliberalismo. En su época, el libre cambio suponía la competencia de muchos capitalistas en respuesta al control monopólico del comercio por parte de ciertas corporaciones privadas y estatales. Hoy, en un mundo signado por compañías multinacionales de carácter oligopólico, el mismo principio implica el dominio de los mercados por parte de unas pocas empresas que determinan la producción y los precios, captando para sí la mayor parte del excedente generado por la acumulación de capital, tanto en la esfera propiamente económica como en la financiera. Por su parte, las políticas keynesianas tampoco significan que la intervención del Estado consista en el salvataje de aquellos mismos sectores, empresas y bancos que provocaron la actual crisis y el posterior ajuste de los ingresos de la mayor parte de la población. Está muy lejos del pensamiento de Keynes subvencionar al mercado financiero y rebajar salarios y jubilaciones.
      6 Ni Smith ni Keynes merecen ser valorados por lo que no son, estemos o no de acuerdo con sus postulados. En cambio, valorarlos por lo que son va a ayudarnos a crear un pensamiento propio que responda a nuestras propias necesidades y circunstancias históricas.
* Idehesi/Conicet.
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